Los aceites esenciales (AE) son producto del metabolismo secundario de algunas plantas que catalogamos como aromáticas y están presente sólo en un grupo pequeño de ellas. Son producidos como respuesta al estrés medioambiental, como un mecanismo de defensa, para atraer polinizadores, etc.
Factores como el exceso de radiación solar, estrés hídrico (sequías), bajas o altas temperaturas, hacen que una planta produzca mayores cantidades de estos compuestos tan apreciados. Los cuales son almacenados en partes específicas de las plantas. En pequeñas glándulas que pueden ubicarse en las hojas, troncos, cáscaras de frutos, etc. Dependiendo de su ubicación, es que el proceso de extracción es más sencillo, el rendimiento puede ser mayor y por lo tanto el aceite esencial obtenido tiene un menor costo.
Químicamente, los aceites esenciales AE son hidrocarburos de bajo peso molecular, pequeñas cadenas compuestas por carbonos, hidrógenos y oxígenos, entre los que encontramos: terpenos, aldehidos, cetónas y ésteres tan pequeños que son volátiles a temperatura ambiente. Es por este motivo que percibimos su agradable aroma al destapar una botella.
Son básicamente aroma, y no tienen valor nutricional alguno. Poseen algunas propiedades terapéuticas que básicamente se deben a sus más de 100 componentes y cuya función es variada. Pueden tener potencialidad como antiinflamatorios, antifúngicos, antisépticos, insecticidas, promotores de la circulación, etc. Es por ello que son ampliamente utilizados en terapias alternativas hoy en día.
Como dato curioso te comentamos que los AE han formado parte de nuestra vida y cultura desde tiempos ancestrales. Hoy en día los vemos y usamos a diario porque forman parte de diversos procesos industriales (alimentos, perfumes, cosméticos, productos de limpieza, medicinas, etc) de los que seguro no teníamos idea antes de leer este artículo.